domingo, 15 de febrero de 2009

Bajo la lluvia

Miro a través de la ventana y observo derramarse a la lluvía. La gente que pasa, lo hace encogiendo los hombros, como si eso fuera hacer que se fueran a mojar menos. El día se ha coloreado con tonos plateados, y me siento encerrado en casa y salgo corriendo para la calle.

Camino sin un rumbo fijo, solo dejándome acariciar por las gotas, que lentamente se deslizan empapándome la ropa, que poco a poco se va uniendo a mi cuerpo.

Mi cara llena de brillos de diamantes, que junto con la sensación de libertad que proporciona tener tiempo para huir de la rutina, me dibuja una sonrisa y hace que mis ojos brillen más. Miro al cielo, y siento las gélidas lágrimas celestiales golpeando con ternura mi rostro.

De pronto brota de no se que lugar, de la nada, del todo. Su mirada me acuchilla con dulzura, me atraviesa, se fusiona con la mía, creando una corriente de energía que nos impulsa a acercarnos. Paramos uno frente al otro, sus oscuros cabellos inundados le enmarcan su rostro ovalado de piel suave y morena. Sus ojos negros como la noche, brillan como turmalina. Sus formas se adivinan facilmente, el tejido de su ropa se ha convertido en una segunda piel.

Nuestras manos se buscan y a medio camino entre los dos, se estrechan, primero con un leve roce de los dedos, suave y cálido, se entrelazan mientras las palmas se encuentran, y despues la misma atracción se apodera de nuestros cuerpos que se funden en un abrazo, nadie nos mira, nadie nos ve, o no nos quieren ver. Un beso profundo nos sorprende a los dos, intenso, puro, la caricia impaciente pero experta, el vaiven de los cuerpos como la marea, nos dirige al estallido de luz. Ha sido tan efímero como su recuerdo eterno.

Cada uno sigue su camino, no vuelvo la cabeza, no pienso si la volveré a ver, si era ella, si encontré mi destino, cuanto la querría, o si sería tan cruel de encerrarla en la prisión de la rutina y la monotonía, porque la siento libre. Se que ha sido más real que muchas de esas historias pasajeras, o estables que discurren a lo largo de nuestra vida, que cuando acaban solo te dejan un sinsabor, que no te aportaron ni enseñaron nada con todo lo que aprendí cada segundo acogido en ella.

Y no se si fue un sueño, si fue una fantasía, producto de mi locura o lo más real que jamás podré vivir

La música suena, pero solo en mis oidos, en mi alma, que se mece, movida por el dulce licor de su esencia. Mi paladar se queda dulce, mi piel erizada, mi memoría feliz y mi corazón latiendo con otro son.

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