domingo, 15 de febrero de 2009

Menade

Antes escribía con más frecuencia, no solo poesía, o reflexiones, si no crítícas cítricas, pero me robaron la inspiración.

Una eterea Ménade, seguidora del dios del vino, de la fiesta, pasional, que me llevaba al delirio. Pero un día me aniquiló, como siempre habían hecho las ménades con sus amantes, y aunque lo esperaba, me pareció doloroso y repentinpo. Incluso pensaba que podría cambiar el destino, la historia, y suavizar la crueldad que por naturaleza poseen estos seres. Por un tiempo fue mi musa, fuente de inspiración. Sus rizos, sus ojos su extrema belleza, su dulce mirada, su sonrisa pícara. Pero no la vi llegar, con su guadaña de ausencia, con su verbo afilado y con su puñal de indiferencia. Me destrozó, me aniquiló. Decapito mis anhelos, mi esperanza y mis ganas de soñar. Y paralizó mi alma, mi corazón se detuvo y se envenenó mi esencia.

Pero todo continúa, sigo caminando y encuentro efímeros encuentros y desencuentros, pequeñas ilusiones, princesas que se convierten en ranas. A tontas y a locas, pues eso es lo que resultan casi todas. No busco nada en concreto, solo ser feliz y enamorarme, darme por completo, entregarme sin reservas. Volver a crear un mundo único y personal de dos personas, suyo y mío. Construir un futuro.

Y guardo la esperanza, porque creo que hay algo de inteligencia, de sentido del humor y elegancia y por supuesto, esas cualidades reunidas en alguna mujer, que junto a un poco de mal gusto se podría convertir en ese ser especial, que alimente mis sueños, que despierte en mi pensamiento en la mañana y me duerma con ella en mi mente.

Mientras sucede, como diría Melendi

"Voy caminando por la vida sin pausa pero sin prisa, procurando no hacer ruido vestido con una sonrisa"

Me estaré conviertiendo en un sátiro, pues cada día busco más desesperadamente a mi Ménade.

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