jueves, 6 de noviembre de 2008

Historia de Halloween

Una fría y lluviosa noche, María se encontraba frente a su ordenador, escuchando el ruido de las pesadas gotas chocar contra el cristal de su ventana, algún relámpago iluminaba de vez en cuando la estancia, solo acondicionada con la luz de la pantalla del ordenador. Tenía abierto el msn, y charlaba con varios amigos. Juan le recordó que esa noche era Halloween y que las brujas, las ánimas y espíritus errantes salían en busca de sus víctimas, a reclamar venganza o a ajustar cuentas. Le dijo que eso son bobadas, que a ella nadie le vendría a reclamar nada y menos si estaba muerto, y río con fuerza mientras su cara se iluminaba a la luz de un rayo.

En ese momento, comenzó a oír rascar en su puerta, como si la estuvieran arañando, o rayando con el filo de algo. El ruido la cogió de sorpresa, estaba sola y no tenía ninguna mascota. Se sobresaltó, se levantó de golpe y se dirigió hacia la puerta. A medida que se acercaba el ruido se hacía más fuerte, como si fueran a atravesar la puerta.

Cuando estuvo frente a la puerta, el ruido cesó, y al echar un vistazo por la mirilla no vio nada, pero escucho unos pasos apresurados por los escalones.

Fue a la cocina, presa del pánico, busco con que defenderse, cogió el cuchillo más grande que tenía, y se dirigió a la puerta. Puso la cadena, abrió la puerta pero no vio a nadie. Quitó la cadena y salio al rellano, se acercó al interruptor y al pulsarlo, la oscuridad permaneció. Miró a su puerta y descubrió que alguien había tallado en ella algo, al acercarse pudo ver que se trataba de una cruz…. invertida. Su interior estaba pintado de rojo, y al acercarse pudo percibir su olor, era sangre.

En su nuca sintió un suspiro, lanzó el brazo con el cuchillo sujeto hacia atrás pero solo cortó el aire, se dirigió a las escaleras y no vio nada. Fue a llamar a su vecino, pulsó el timbre, pero no obtuvo respuesta. En ese momento sintió unos pasos a su espalda se dio la vuelta y no había nadie. Vio una huella roja justo delante de su puerta.

Las luces de dentro también se apagaron, se dirigió hacia allí con el cuchillo por delante, caminó despacio, empujó la puerta y noto como su mano izquierda se humedecía, había olvidado la cruz….

Entro en el recibidor, y la única iluminación era la tenue luz que entraba por la ventana. Fue al cuadro de luz, y en la penumbra pudo ver que todos los automáticos se encontraban levantados. El pánico se iba apoderando de ella. Escucho un susurro ininteligible, se dio la vuelta y…… nadie.

Caminó por el pasillo, en dirección al salón, donde recordaba tendría velas y algún mechero. El mismo susurro, pero esta vez si lo entendió. “Hoy eres tú el sacrificio” Volvió a girarse con el brazo en alto, para herir al propietario de esa voz, pero no acertó a nadie.

Corrió al teléfono, y al descolgarlo el más mudo silencio le recibió en el auricular. Fue a buscar su móvil, cuando lo cogió vio que estaba apagado, no lograba encenderlo, y se dio cuenta que alguien había extraído la batería. La angustia la entrecortaba la respiración, convertida ya en jadeos.

Fue a la habitación, donde hace escasos minutos chateaba bromeando sobre la posibilidad de que su vida corriese peligro, pero había dejado de ser una broma

Lo extraño es que su ordenador estaba encendido. Miro la pantalla, y todos sus contactos aparecían con un icono azul y con una soga ahorcándoles, y solo una ventana permanecía abierta.

El atormentado dice – Hoy ha llegado el momento de que mueras, como mataste mi alma -

El susurro a su espalda, sonaba como una carcajada, y una mano se posó en su hombro, volvió a girarse volviendo a cortar el aire con el cuchillo.

Una especie de garra se hundió en su hombro, era la misma mano, pero ya no tenía piel ni músculos, era un conjunto de huesos, afilados y letales. Le desgarró la piel, atravesó los músculos con suma facilidad y llegó hasta el hueso, dejándolo a la vista y alrededor un amasijo de ropa, piel músculo y sangre. Un grito agudo de dolor se expandió por la habitación.

Se giró lanzando el cuchillo, que fue a clavarse en la pared, pero allí no había nadie. Intentó cogerlo, pero no pudo sacarlo de la pared.

Corrió a la salida, vio que el espejo del recibidor estaba empañado y en él estaba escrito, “Vas a pagármelas”

Intentó abrir la puerta pero no pudo, como si alguien la estuviera agarrando del otro lado, y una punzada en el costado la hizo doblarse. La sangre brotó primero de un borbotón y después manaba lenta y continuadamente.

Corrió al baño, cerró la puerta, miró al espejo, y allí pudo ver su imagen y detrás la de Lucas.

Aún recordaba a ese niño, en el colegio, como le tiraba del pelo, como se reía de él, por no vestir con ropa de marca, y solo llevar pantalones con marcas en el bajo, de los estirones, y al ser heredados de algún hermano o vecino.

Un día, hacía justo 20 años, le pidió salir en la fiesta de Halloween del colegio, ella iba de vampiresa y el de Jorobado de Notre Damme. Ella se rió a carcajadas, como lo acababa de hacer delante del ordenador. Y le humillo públicamente, riéndose de él, delante de sus compañeros. El salió corriendo y nunca más le volvió a ver, hasta ese momento.

Al bajar la mirada, pues no podía sostener la mirada a ese niño que se enfrentaba a ella en el reflejo del espejo, encontró un recorte de periódico.

"Muerte en Halloween"

Lucas M.C. de 11 años es hallado muerto en extrañas circunstancias en el cuarto de baño de su domicilio en la calle de Alfred Hitchcock número 5. El cadáver no presentaba ninguna señal de violencia, ninguna marca en el cuerpo, ninguna herida. Se está esperando al análisis forense para determinar las causas de su muerte. Se sospecha que haya sido por ingestión del algún fármaco. Aunque sus padres aseguran que no han echado en falta ningún medicamento. La nota especial la pone su mejor amigo de iniciales I.R.S. quien asegura que ha muerto, porque le han matado el alma, ha muerto de amor.

Un escalofrío como un latigazo la recorrió todo el cuerpo. Él murió en su actual casa y ahora su pasado le explotaba en la cara, la crueldad que ella infringió a su alrededor le devolvía el golpe.

- Lucas, yo no quería…-
- Es tarde - la imagen del espejo le devolvió una sonrisa terrorífica. – Tu alma también morirá –

Se dio la vuelta y allí estaba él, con el disfraz de Jorobado, destrozado, era un niño de 11 años, con una mirada gélida sus manos eran huesos, y sus pupilas totalmente dilatadas, hacían que sus ojos fueran oscuros como la noche.

Extendió un papel, carcomido y sucio. Ella lo cogió, lo manchó aún más por su sangre y leyó.

Amadísima mía

Quizá no lo sepas, pero desde el primer momento que te vi, te amé. Y no he dejado de hacer cosas para que tú también me quisieras. Fui yo el que se quedó pegado en la silla, porque la cambié para que no si riesen de ti, fui yo quien asumió la culpa de romper la ventana, para que pudieras salir a tu hora ese viernes que te ibas al campo con tus padres. Comenzaste a aprobar matemáticas, porque rellenaba dos exámenes y en uno ponía tu nombre y lo cambiaba al acabar la clase.

No te pido nada más que intentes conocerme, somos dos niños pero mi alma es tuya, se que te voy a amar siempre, te querre toda mi vida, incluso mientras mi alma esté viva no te dejaré de amar.

Te quiere

Lucas

Le miró a los ojos, quiso decir algo, pero las manos de Lucas fueron a su cuello, apagando su voz, y comenzaron a ahogarla, le faltaba el aire, sus ojos iban a salirsele de las cuencas.

- Mataste mi alma, ahora soy un ente que mora en el limbo, por culpa de tu desmedida crueldad, te ofrecía todo lo que era, pero ya no soy nada, y tú no lo serás jamás.

Cuando estaba a punto de exhalar su último suspiro, Lucas le beso en los labios, ella sintió su sabor agrio, y despertó de su sueño…. justo antes de morir.

Días más tarde, sus padres la encontraron en su cama, tendida boca arriba, con las manos en su cuello y con la mirada perdida y expresión de pavor.

Nadie supo las causas de su muerte, salvo que tuvo un infarto mientras dormía. A su lado apareció una carta carcomida, y por detrás, una frase escrita con sangre que no era suya y nunca se pudo identificar.

“Nunca descanses en paz”

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